La nueva generación de esta familia muestra en las redes sociales las pistolas, ametralladores y escopetas que tiene en su poder.
En El Sifón pocos son los que quieren hablar. Están aterrados. En el barrio ubicado al noroeste de la capital, donde la brisa con olor a azahares de agosto no puede tapar el putrefacto aroma de las aguas estancadas, desde hace meses que los disparos de pistolas y ametralladoras se escuchan más que el picotear de las pocas aves de corral que andan de un lado para otro. Allí los reyes son los integrantes del Clan Acevedo, los que caminan por las calles mostrando sus armas con la misma frialdad que lo hacen cuando las exhiben en las redes sociales.
“Ya han perdido todos los códigos. No se puede vivir. Ellos son los que les venden la porquería a los chicos del barrio. Ni siquiera respetan a los que quieren salvarse. Matan y lastiman a todos”, comentó Mario, uno de los pocos vecinos que se atrevió a hablar con LA GACETA. Y lo hizo con una condición: que el encuentro se concretara fuera del caserío que está ubicado en el noroeste de la ciudad.
Los vecinos cuentan que ellos manejan todo. Que tienen el dinero suficiente para comprar la droga, los recursos para distribuirlas, los lugares para venderlas y, fundamentalmente, la gente para mantener esa supuesta red de narcomenudeo. “Todo el mundo sabe lo que hacen, pero tienen miedo de denunciarlos. Si vos contás, te pueden a llegar a herir a un hijo. Pero si el daño que les hacés es grande, te lo matan. Aquí nadie puede hacer nada”, destacó María Marta, empleada doméstica.
José Luis Fernández dice que no se puede vivir en El Sifón por culpa de las drogas. “A los jóvenes les resulta más fácil comprar sustancias que tortillas. Si no los mata esa porquería, pueden caer por las balas de quienes la venden o de sus soldaditos. Ahora todos son hamponcitos, se creen los dueños del mundo”, destacó. ¿Quién vende la droga?, se le preguntó. “¿Quiere que me maten? Esas son cosas que no se pueden mencionar si es que uno quiere seguir viviendo”, dijo el jardinero, que con esa frase dio por terminada la entrevista.
Historia y algo más
Hijos de un conocido canillita de la zona de la Plazoleta Mitre, los Acevedo se hicieron famosos de la mano del fútbol. Ellos comenzaron a recorrer los escalones del Monumental de 25 de Mayo y Chile hasta que se quedaron con el poder la barrabrava de Atlético. Hasta le pusieron nombre: La Inimitable. De allí se hicieron conocidos los nombres de Sergio “Chupete”, Walter “Chichilo”, Jorge “Jazo”, Julio “Chancha” y Sebastián “Pelao” Acevedo y Gustavo “El Gordo” González.
De los seis miembros, “Chichilo” y “Pelao” están cumpliendo condenas. “Jazo” también está alojado en el penal de Villa Urquiza y el jueves enfrentará a un tribunal por haber herido a un guardicárcel durante un asalto, el cual sufrió la amputación de la pierna por la herida.
Hay dos integrantes que están libres, pero aún no saldaron sus cuentas con la Justicia. “Chupete” está a punto de cumplir un récord: está acusado de haber sido el autor del homicidio de Pablo Palavecino (medio hermano de María Jesús Rivero) en 2003. Han pasado 15 años del hecho y aún no fue enjuiciado.
“El Gordo” también debe enfrentar un tribunal por el homicidio de Adrián Brito, un adolescente que quedó en medio de un tiroteo entre integrantes de La Inimitable y de La Banda del Camión, facción de la barrabrava de San Martín en octubre de 2008. El de la “Chancha” es un caso particular. Fue el único de los integrantes del Clan Acevedo detenido por comercialización de drogas. En 2010, en una serie de allanamientos, le encontraron marihuana en su domicilio. Después de permanecer 14 meses preso en el penal de Villa Urquiza, fue absuelto en un juicio porque los testigos que presenciaron los allanamientos estaban ebrios.
La nueva sangre
En El Sifón dicen que Los Acevedo han cambiado. Que la nueva camada -integrada por hijos y sobrinos de los referentes de La Inimitable- han perdido el control. Que son inmanejables. “’Chichilo’ y ‘Chupete’ eran diferentes. Ellos andaban de caño y se dedicaban a los asaltos. El problema era cuando estaban dados vueltas y hacían cualquier cosa. Tenían códigos los vagos. Julio y el ‘Gordo’, salvo en alguna pelea vecinal, no se metían en problemas. Los problemas empezaron con los otros”, reconoció Mario.
La droga aparece como el detonante de varios sucesos sangrientos que se desencadenaron en el barrio. Por ejemplo, “Jazo” sería enjuiciado el año que viene por tentativa de homicidio, un hecho ocurrido en noviembre de 2013. Hirió de dos balazos a Nelson Juárez porque su familia, según consta en el expediente, no los dejaba vender drogas.
Sergio “Negro” Acevedo, hijo de “Chupete”, se encuentra prófugo de la Justicia desde marzo pasado. Está acusado de haber acabado con la vida de Juan Carlos “Porteño” Guevara muy cerca del Obarrio. La víctima, con fama de pesado por sus antecedentes, también le habría recriminado que dejaran de vender drogas en las cercanías de su casa.
En El Sifón todos conocían a Matías “Geniolcito” Rodríguez y a Franco Agüero. Ambos fueron asesinados este año. Los investigadores sospechan que Héctor “Ponja” Robles -hijo de “Chichilo”- estaría involucrado en ambos casos.
El fiscal Diego López Ávila consiguió que un juez pida su detención por el primero de los crímenes, por el que ya fue arrestado su primo Braian Acevedo, el mismo que desafió en un video a los barras de San Martín y de Peñarol. Los investigadores sospechan que el homicidio está vinculado a una supuesta disputa territorial para ampliar la red de narcomenudeo.
Un detalle: en los allanamientos que realizaron los investigadores para detener a Robles, no sólo descubrieron que su padrastro es un policía en actividad que se desempeña en la División de Búsqueda y Captura de Prófugos, sino que además ubicaron en un domicilio casi un kilo de cocaína que tenía una mujer de más de 70 años.
El de Agüero es un caso diferente. Este joven había sido esclavo del paco en el barrio. Pero no sólo logró recuperarse, sino que además se unió al grupo La Hermandad de los Barrios para salvar a sus amigos. El 13 de julio, el joven de 21 años fue asesinado de una puñalada. Los investigadores, en un principio, sospechaban que se trataba de un homicidio en ocasión de robo, pero con el tiempo se fueron atando cabos y se sospecha que “Franquito” fue ultimado por su lucha contra los transas, entre ellos, los Acevedo, con quienes ya había tenido problemas.
“Acá se mata al que no paga por las drogas que consume, al que denuncia a los transas y a los que quieren ayudar a los chicos a dejar la porquería. Nuestra vida es un infierno y el Gobierno y el resto de la sociedad miran para otro lado”, concluyó María Marta.