Hoy es un hombre de algo más de 30 años, seguro de sí mismo y de sus ideas. Un profesional de hablar claro y amable. Alguien que finalmente, después de todo lo que pasó, está en pareja buscando construir una relación sólida.
Pero cuando tenía apenas 18 años, a comienzos de la década del 2000, fue víctima de una situación de abuso por parte de un sacerdote católico, algo que lo llevó a sumirse en la culpa y en una profunda confusión y represión.
Muchos años después, este colombiano le cuenta a BBC Mundo lo que le ocurrió, cómo un grupo de jesuitas fuera de su país lo ayudaron a reconciliarse con sí mismo y a entender su sexualidad y la sexualidad en general y cómo es actualmente su relación con la Iglesia y la fe.
También le pide al papa Francisco, a quien ve con muy buenos ojos, y quien visitará Colombia entre el 6 y el 10 de septiembre, que haya justicia y severidad en contra de los miembros de la Iglesia que sean o hayan sido abusadores.
Este es su testimonio levemente editado. La mayor parte de los nombres de personas, lugares e instituciones han sido modificados u omitidos para preservar su identidad.
Creo que era final de noviembre. Aproveché un viaje a Medellín con unos amigos de la universidad para hacer unos días de retiro y que mi papá pensara que yo estaba en un tema de fiesta y que no se estresara (los padres no aprobaban su idea de ser cura). Pedí quedarme una semana en la casa que mi comunidad de Bogotá tenía en Medellín, para estar viviendo con los seminaristas y compartiendo con ellos. Un amigo mío habló con el padre director del seminario.
Llegué como el sábado o domingo, fuimos a misa, nos llevaron a esta finca y a mí este padre me intimidaba mucho. ¿Por qué? Porque él era la cabeza de formación y como yo quería ser cura su voto era muy importante al momento de admitir o no a alguien dentro de la comunidad.
Entonces hablaron con él, él otorgó permiso para que yo me quedara una semana en la casa compartiendo con los seminaristas y también yo sabía que este compartir con ellos era un tema de evaluarme.
Se me hacía raro tanto preguntar, pero creo que lo que yo pensaba era si me iba a proponer algo, pero no sabía cómo reaccionar. Pensaba: «Yo no quiero»
Todo comenzó un domingo o lunes festivo, porque nos invitaron a una finca a tomar onces (un tentempié)…
Vamos a esa finca y entonces el padre me empieza a mirar. Nos sentamos en una mesa diez personas, hay un contacto visual y yo no entendía qué pasaba. Me miraba, me miraba. Y yo lo miraba y decía: «Este man es el más de la casa, me debe estar analizando, debe estar pendiente de mis actitudes, no sé…».
Y cuando íbamos camino a la casa él se me acerca, ya bajándonos de la van del seminario y me dice: «¿Hablamos?». Como era una figura de autoridad para mí yo le dije: «Sí, hablemos».
Ya estaba comenzando a oscurecer.
Me dice: «Vamos a mi oficina y hablamos». Hay algo que yo no sabía, que la oficina también era su cuarto. Llegamos a la oficina, él se sienta enfrente, saca una silla, y me dice: «¿Un trago?». Nos habíamos tomado un par de cervezas en el almuerzo y yo: «Bueno». Y él me dice: «Ay, no tengo más cervezas, ¿nos tomamos un whisky?». Y yo: «Sí, no pasa nada».
A los 18 años yo no tomaba mucho.
Empezamos a hablar, él sabía que yo estaba muy interesado en entrar a la comunidad, que quería ser sacerdote, y me empieza a preguntar por qué quiero, por qué no quiero, qué dice mi familia, por qué estoy estudiando en la universidad. Bueno, todo. Y en un momento me hace la siguiente pregunta: «Cuando tú entres, si llegases a entrar, hay tres votos que hay que hacer: ¿tú qué piensas del voto de obediencia?, ¿qué piensas del voto de pobreza? ¿y qué piensas del voto de castidad?».
Entonces yo hablé de lo que pensaba del voto de obediencia, hablé de lo que pensaba del voto de pobreza y hablé de lo que pensaba del voto de castidad.
A mis 18 años yo nunca había hecho nada con nadie. Ni hombre ni mujer, nada. A veces esos juegos de descubrimiento sexual con primos, primas, que creo que es muy común que uno lo tenga. Pero más allá de eso, nada.
Entonces yo le dije: «Yo no pienso que este sea un inconveniente en la medida en que yo nunca he estado con nadie y nunca he explorado mi sexualidad; y creo que es mejor si uno quiere ser casto, no saber qué está ahí». Entonces él me dice: «¿Pero en serio nunca te ha atraído nadie?».
Yo en ese momento me la pasaba mucho con una niña de la universidad, entonces le dije: «Bueno, pues esta niña».
-¿Qué pasa con ella?
-Es un poco loca.
-Pero tú qué sientes cuando estás con ella.
-Hablamos, yo me siento muy bien, pero igual tiene un esposo, pero me atrae, me parece linda y estamos todo el tiempo y va a mi casa y me llama en la noche.
Cuando hablamos de los otros votos fue cinco minutos. Y en este tema sí hizo un énfasis.
-Si tú no has estado con nadie, ¿cómo haces tu descubrimiento sexual?
-Yo me masturbo, como mucha gente; o todo el mundo, más o menos.
-Cuando te masturbas, ¿tú te acaricias, cómo lo haces?
Yo nunca fui de ver pornografía mucho, que se puede esperar de mí si soy medio godo (conservador).
Lo siguiente que recuerdo es que dice: «¿Vamos a mi cuarto?». Él se levanta, me coge de la mano
Obviamente yo desde muy pequeño tenía un tema de creer que era gay, pero pensé que no le podía decir eso a un cura porque me iba a rechazar. Por eso para mí lo más fácil fue hablar de mi amiga, porque era como que con eso la sacaba del estadio y no me iba a preguntar sobre niños nada. Y porque además yo no era capaz de hacerlo con ningún niño, así tuviera muchas ganas. En la universidad conocí gente, pero me daba mucho miedo hacer algo.
Entonces me dice:
-¿Pero qué haces?
-Imagino cosas.
-¿Qué imaginas?
-No, pues me imagino acostándome con alguien y me masturbo o tengo una erección por la noche y ya, me masturbo.
-¿Y nunca te has consentido (acariciarse a sí mismo otras partes del cuerpo)?
-No.
-¿Por qué no te consientes?
-Nunca lo he hecho, nunca me he consentido y nunca se me hubiera pasado por la cabeza.
Se me hacía raro tanto preguntar, pero creo que lo que yo pensaba era si me iba a proponer algo, pero no sabía cómo reaccionar. Pensaba: «Yo no quiero». En definitiva pensaba que no iba a pasar por quién era él.
Yo decía: «¿Esto qué es? No entiendo. Pero vamos a ver si es que él quiere saber si soy gay o no soy gay». Esa era mi mayor preocupación, que él supiera o no supiera en pro de permitir mi acceso o no a la comunidad. Para mí era muy importante tener la aceptación de él. Entonces también yo estaba en un tema de querer agradarle al man.
***
Hay algo más. Si llegamos a esa casa a las seis de la tarde, cuando estaba oscureciendo, llevábamos dos horas hablando, por ende llevábamos dos horas tomando, y mi vaso nunca estaba vacío, él se encargaba de que mi vaso siempre estuviera con alcohol.
Entonces me seguía preguntando:
-¿Pero no te tocas tu cola?
-No.
-¿No te tocas tus piernas?
-No.
Y recuerdo claramente que el tipo acerca su silla, estaba frente a mí, y pone su mano en mi rodilla y me dice:
-¿Nunca has hecho esto con tu propia mano?
-No.
-¿Te incomoda que mi mano esté ahí?
-No.
-¿Y si hago esto?- y sube y baja la mano-¿Qué sientes?
-Nada, no sé.
Yo estaba en shock, ya me sentía súper invadido en mi espacio personal, además porque yo nunca he sido de ser muy toquetón. A mí me costaba -ahora ya no tanto, pero en esa época mucho más- que alguien me abrazara, que alguien me estuviera tocando.
-¿Te incomoda?
-No.
Y el tipo seguía y seguía y seguía, el hijueputa.
-¿Qué sientes?
-Nada.
-¿Te gusta?
-Sí.
Lo siguiente que recuerdo es que dice: «¿Vamos a mi cuarto?». Él se levanta, me coge de la mano. Yo en verdad no recuerdo qué dije. Había un corredor en su propio escritorio, yo juraba que era el corredor del baño, pero por ese corredor llegabas al cuarto que estaba ahí. Entonces yo me siento al borde de la cama, él se sienta al borde de la cama.
Yo estaba muy nervioso, estaba temblando.
Y me sigue consintiendo las piernas. No recuerdo qué vino después. Sé que me besó, no me besó en la boca, me besó en las orejas, en los hombros. No recuerdo cómo me desvistió, no recuerdo cómo fue ese momento. Pero sí recuerdo ya estar los dos desnudos.
Yo no quería, yo no escogí hacerlo. Yo no dije: «Tú, persona A, nos conocemos, hablamos y decidimos entre los dos que los vamos a hacer»
Yo no sabía qué hacer.
Para mí era estar desnudo con alguien, algo que siempre había querido hacer por un tema de descubrimiento sexual, para hacer cosas, pero yo no sabía qué hacer. Igual él lideraba todo:
-Acuéstate.
Nos acostamos.
Para mí había algo que era fuerte, y es como lo recuerdo en mi cabeza, y es que yo nunca pensé que el pene de otra persona fuera así. Esto es raro contarlo, pero yo lo recuerdo como un pene muy llamativo, su tamaño o todo. Y yo trataba de jugar, trataba de hacer cosas, pero no sabía qué hacer.
No sé cuánto tiempo pasó, perdí la noción del tiempo. Hubo un jugueteo sexual. Yo como que yo no hacía nada. Yo creo que el tipo se aburrió, es mi teoría, porque lo siguiente que tengo clarísimo es que él me dice: «Vamos al baño y nos masturbamos». Yo no sé si él estaba esperando que hiciera más cosas, no sé.
Fuimos al baño, nos masturbamos. Yo me vestí, creo que él se visitó también y nada, me fui a mi cuarto.
Pero fue una mierda.
***
Para mí salir del cuarto de este man fue como si el mundo se me cayera encima. Además era salir del cuarto en el seminario, con sus largos corredores y ocho mil puertas, yo estaba como en uno de los últimos cuartos. Ya era muy noche y mi cuarto estaba en la misma ala que el de él. Fui hacia mi cuarto, no me quería encontrar con nadie de mis amigos. Cuando llegué lo primero que hice fue echar candado a mi cuarto.
Me sentía mal.
Creo que ahí comenzó la parte dura, ahí comenzó lo que más me duele, lo que después de muchos años ubiqué que me dolía y hoy en día me duele mucho y es que para mí esto era… Yo quería estar con un hombre, pero no fue placentero.
mi mamá me iba a decir lo que siempre me dijo: «Los curas van a abusar de tí, por eso no quiero que seas cura»
Yo no quería, yo no escogí hacerlo. Yo no dije: «Tú, persona A, nos conocemos, hablamos y decidimos entre los dos que los vamos a hacer». Yo hubiera querido hacerlo con alguien que me atrajera, con quien tuviera algún tipo de relación. No sé.
Fue influencia de poder, ahí es donde todo se vuelve mierda, que es lo que viene después, cuando yo me vuelvo mierda internamente. No fue placentero, había un tema de fe, donde yo había hecho lo que estaba prohibido. Y para mí eso fue…
Me bañé media hora, me sentía sucio, muy sucio. Lloré, creo que lloré.
Me acosté, no dormía, escuchaba pasos en el corredor y me asustaba. No recuerdo cuántas veces lo hice, pero esa semana me bañé mínimo tres veces por día, todo el día que estuve en esa casa.
Fue bien duro el tema, porque yo quería hablarlo con alguien, pero para mí era vergonzoso hablarlo con alguien. Además, ¿con quién lo iba a hablar?
Como a los dos o tres días estábamos en un momento de oración y yo cuando estaba rezando, meditando, yo solo recordaba eso. Igual yo me la pasaba con los seminaristas, no con los curas, y él estaba siempre pendiente, porque yo lo veía. Yo no quería verlo, yo no quería estar cerca de él, nada. Yo sentía que estaba pendiente porque me miraba, pero no se acercaba a hablarme tampoco.
Yo lloraba, lloraba y lloraba y no podía llamar a mi mamá para decirle nada, porque no le dije que estaba en un seminario, además mi mamá me iba a decir lo que siempre me dijo: «Los curas van a abusar de tí, por eso no quiero que seas cura».
Mi mamá tenía razón.
Busqué al padre (el mismo de esa noche) y le dije: «Padre, me quiero confesar». Yo no me sentía capaz de confesarme con otro cura. Yo decía: «¿A quién le cuento esto? Solo puedo hablar con la persona con la que pasó». Y me confesé porque ese día o al día siguiente había misa y había que comulgar, entonces yo siendo ultragodo como era no podía comulgar teniendo algún pecado y para mí eso era un gran pecado.
Fui y me confesé con él. Igual casi no fui capaz de confesarme con él, o sea que no era capaz de decírselo. Y nada, la absolución fue como la penitencia de «rece un Ave María», como si hubiese dicho que robé un dulce en la tienda. Me parecía raro, porque yo pensaba que había hecho algo muy malo. Y seguía con la dinámica de bañarme y bañarme, encerrado en mi cuarto, y lloraba y lloraba.
***
Volví a Bogotá.
Y el tipo me llamaba. Me llamaba a preguntarme: «¿Cómo estás?». Yo obviamente me escondía para contestar las llamadas. Yo veía su nombre en el celular, me ponía nervioso, igual le contestaba pero igual no quería hablarle. Esa fue una gran mierda en ese momento.
Después de unos meses al cura ese lo trasladaron para Bogotá. Y era la única persona con la que podía hablar del tema. Entonces un día dije: «Lo voy a buscar y le voy a decir que todo eso que pasó está mal, que es un cura hijueputa, que además rompió sus votos, toda la vaina, y que yo ya estoy en otro plan y que no me joda más».
Durante los dos primeros meses después (del episodio) recuerdo llamadas de él, recibiéndolas en mi casa, y volviéndome mierda. Una vez fui a la casa, al seminario de acá, empezamos como a hablar y ahí el tipo me saca el tema: «¿Cómo te sientes con lo que pasó? Es que a mí verte me excita mucho y mira cómo me pones, ¿por qué no te sientas en mis piernas?». Para mí él seguía teniendo esa figura de autoridad. Y ahí empezaba nuevamente a mostrarme su pene.
Yo creía que yo había sido el culpable por haber aceptado entrar a su cuarto, por haberle dicho que sí
Yo decía: «Otra vez está pasando esto».
Me sentía como un culo, pero yo no era capaz de pararlo. Hoy me lo cuestiono, por qué no. Además yo iba a decirle: «Usted es un hijueputa, usted está haciendo algo muy mal». Pero yo no era capaz. No sé si por la influencia que él tenía… No sé, pero yo no fui capaz y nuevamente terminamos masturbándonos y yo salí y me volví a confesar.
Busqué otro cura, pero tampoco lo dije tan… Yo no era capaz. Igual en confesión, la primera vez, que lo hice con él y la segunda, que lo hice con otro cura, yo no decía: «Vengo a confesarme porque me acosté con un hombre». Sino decía, de una forma muy diplomática: «Mi pecado ha sido usar mi cuerpo para el placer». Era un tema muy metido dentro de la iglesia, tenía sentido decirlo así.
***
Luego el tema para mí había quedado clausurado y se volvió a abrir unos siete años después.
Se abrió porque yo estaba viviendo en otro país, seguía con el sueño de ser cura, tenía claro que no quería ser de la comunidad del cura que me abusó. Conocí a un muchacho en una casa que compartía con otros loquitos católicos como yo, hombres y mujeres. Era con el que compartía baño, era un baño cada dos. Empezamos a salir. Nos sentíamos muy atraídos, pero los dos súper godos católicos. Nunca pasaba nada sexual, veíamos películas juntos abrazados, y yo un día le dije: «Es que yo creo que yo soy gay»
Me dejó de hablar. Y a mí eso me generó mucha inestabilidad emocional.
Yo me la pasaba con los jesuitas y empecé a hablarles de lo que pasaba con este chico. Había allí un hoy sacerdote jesuita, entonces seminarista, a quien quiero mucho, porque era mi director espiritual.
Y empezamos a hablar del tema del chico y de mi sexualidad y de mi vocación.
Así fue como se dio, fue la primera vez en mi vida en que hablé de lo que había pasado en Medellín. Yo ahí me di cuenta de que no había hecho nada malo. Yo le conté y él me dijo: «Lo siento, te pido perdón por la iglesia, porque alguien te haya hecho eso». Me dijo:
-Tú vales mucho, tienes cosas muy valiosas y no está bien lo que te hicieron.
-No, yo estaba ahí, yo era grande, yo tenía 18 años, yo hice mal, yo acepté.
Él fue quien me mostró cómo yo nunca había obrado mal, porque yo hasta ese momento creía que había sido un hijo de puta. Yo creía que yo había sido el culpable por haber aceptado entrar a su cuarto, por haberle dicho que sí.
Ahí yo dije: «Este man abusó de mí, este man aprovechó su influencia de poder y lo que él significaba para mí para hacer esto».
Para mí fue maravilloso cómo me lo pintaron los jesuitas, que fue como: «Tú eres creación de Dios…»
Por un lado yo nunca había hecho nada con alguien, en paralelo yo tenía una lucha interna dentro de mi proceso donde estaba mal ser gay. Hay un tercer punto, que es que había una figura de autoridad muy clara, que para mí era muy importante. Cuarto, el tipo no solo tuvo una manipulación de todo y dirigió todo a que sucediera, porque fue el primero que me tocó, sino que también me puso a tomar desde temprano. Uno no es plenamente consciente del tema y menos a los 18 años.
En eso para mí cumple todos los requisitos de un abuso, porque un abuso no es simplemente a un menor de edad: un abuso es cuando alguien utiliza su posición para lograr algo que quiere sin importar tanto lo que el otro piense o quiera. Y creo que lo que también lo configuró como abuso fue todo lo que pasó después, ese sentimiento de culpa que yo tuve. Si yo hubiese querido, ¿por qué iba a tener culpa? ¿Por qué me iba a sentir sucio y pecador? ¿Por qué me bañé durante una semana 80 veces al día?
Eso no habría pasado si yo hubiera querido acostarme con él.
Y sospecho que lo que me pasó a mí le pudo haber pasado a otros.
***
Para mí fue maravilloso cómo me lo pintaron los jesuitas, que fue como: «Tú eres creación de Dios, y todos como creación de Dios, que es además lo que dice la Biblia, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y Dios te hizo como eres, por ende tú como eres, sin importar quién eres, tienes a Dios en ti».
No sentirme juzgado ni por un sacerdote, ni por Dios, ni por nadie. Algo que en Colombia es más difícil, pero en el otro país era un hit, en mi parroquia había parejas gay cogidas de la mano a misa.
Algo que me parecía muy bonito con los curas jesuitas en el otro país es que ellos en todo el proceso me preguntaban abiertamente: «¿Eres gay, eres bisexual, has tenido novia, has tenido novio, has estado casado?». Y descubrí que había muchos jesuitas gay que vivían de forma célibe.
No tuve miedo que se repitiera lo que pasó en Medellín, porque eran abiertos. Estoy 95% seguro que quien fue mi director espiritual es gay que otros curas con los que compartí lo son, así como sé que otros no lo son.
Pero a lo que voy es que para mí fue encontrar una iglesia que era incluyente, donde no se juzgaba y muy coherente. Que entre los católicos de acá de Colombia es algo difícil de encontrar.
Yo recién por esa época acepté que era gay. Acepté que Dios no me iba a juzgar y no me iba a odiar por ser gay, porque finalmente él me hizo así. Y es algo que en Colombia y en Latinoamérica no es tan fácil de ver, por cómo se aproximan a la teología.
Descubrí que había muchos jesuitas gay que vivían de forma célibe
Para mí fue como reconocer mi sexualidad dentro de algo que es muy importante para mí, que es mi fe.
Conocí curas que incluso me casarían con un hombre, siendo gay, fuera de Colombia. No hace falta, pero a mí me sirve. Como yo creo en la confesión, yo creo en muchos sacramentos de la Iglesia, yo voy a misa con mi novio…
Después tuve una crisis con la Iglesia, en 2011, cuando decidí tener una relación con alguien, porque una de las razones por las que esta persona me termina es por la Iglesia, por temas de fe. Él decía que Dios no quería que él hiciera eso, era un cristiano evangélico.
Por esa época también decidí que ya no quería ser cura.
***
Sobre el voto de castidad, no sé. No sé porque cuando yo estaba dentro y quería ser cura yo estaba a favor del voto de castidad porque no me exigía a mí tener una esposa y yo no quería tener una esposa, por obvias razones.
Yo fui célibe por años y duraba meses, meses, sin masturbarme ni siquiera. Porque para mí la religión fue muy fuerte.
Pero creo que es una opción de vida al final, que cada quien debería decidir si lo quiere vivir o no y que no debería impedir ser sacerdote. Es necesario que quienes quieran ser sacerdotes tengan la libertad de decidir si vivir o no en celibato.
Para mí fue como reconocer mi sexualidad dentro de algo que es muy importante para mí, que es mi fe
Mi padre en confirmación, que era jesuita, y una amiga mía terminaron acostándose. Y lo más bonito de los jesuitas es que cuando él le fue a decir al superior: «Me voy a salir porque me acosté con una mujer y eso está mal porque incumplí uno de mis votos», el superior le dijo: «No, no te salgas, vive la relación y después tomas una decisión».
Cuando yo estaba en proceso con los jesuitas del otro país, a mí lo primero que me dijeron fue eso: «¿Ya tuviste una relación? Nos gustaría que tuvieras una relación antes de que tomes la decisión de ser un jesuita; con hombre o con mujer, no nos importa, pero tenla».
Tengo un amigo jesuita extranjero, un señor ya, que es gay. Una vez hablando me dijo que cuando él estaba en el comienzo de la formación él había tenido un noviazgo y que toda la comunidad lo supo y que fue bien manejado por la comunidad.
Tengo muchos amigos jesuitas abiertamente gays, que no juzgan, que aceptan el tema, y que además viven de forma célibe.
Un amigo extranjero jesuita me hablaba abiertamente: «Nosotros nos podemos masturbar las veces que queramos y no pasa nada». Mientras que la comunidad con la que yo viví en algún momento aquí no te podías masturbar. Es diferente.
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Cuando yo volví de visita al país extranjero, comenzaron a explotar todos los escándalos (de abusos) en Estados Unidos. Vi un documental sobre el tema y dije: «Estos son unos hijos de puta». Le escribí al que era mi director espiritual: «Oye, vi este documental y estoy en shock, esto no puede estar pasando». Yo le conté a él, porque él es el que me había hecho ver que un cura desgraciado me había hecho sentir mal, cuando en verdad él había sido el desgraciado.
Estos casos de la vida real me invitaron a hacer esto, a estar acá hoy contigo, a que yo tomara la decisión (de contar mi historia).
Lo que veo es que la Iglesia, si bien tiene un tema de «vamos a juzgarlos», no los termina juzgando.
Yo creo que lo importante es pedirle al Papa que haya justicia, ya que mundialmente hay muchos casos de abuso de autoridad, de abuso sexual, de manipulación, también abuso psicológico que no se deben permitir dentro de la Iglesia, porque se supone que es una institución donde la bondad es lo más importante, la fe, la ayuda a los demás, el amor al prójimo.
Es necesario que quienes quieran ser sacerdotes tengan la libertad de decidir si vivir o no en celibato
Pero creo que una minoría de quienes lo profesan no son fieles a eso, entonces que haya justicia, que haya severidad, que no sea condescendiente con quienes hayan abusado.
En todo caso, al Papa yo lo veo mejor (que como eran las cosas antes). Es que cambiar una Iglesia tan goda y tan grande es algo que no puedes hacer de un día para otro. Hay algo que para mí ha sido muy especial de este Papa y es que es un Papa jesuita. A mí los jesuitas me educaron en la universidad y creo que me educaron de una forma íntegra, y me gusta la formación que recibí de ellos.
Con ellos no me sentí juzgado, cuando acepté internamente y personalmente mi sexualidad, entonces eso me evitó muchas crisis que mucha gente católica puede llegar a tener. Y, además, entendí mucho más que tan de avanzada son los jesuitas, que están dentro de la fe, y es algo que me explicaba un jesuita acá, que me decía: «La Iglesia es como una serie de anillos, dentro están las comunidades que se quedan al centro y tiran para el centro, y los jesuitas siempre están en el borde exterior y siempre han llevado revoluciones a la Iglesia».
Entonces para mí el Papa es alguien que sé que está tirando hacia afuera y creo que es coherente, creo que él quisiera cambiar muchas más cosas, pero también creo que es un estratega político y si llega a hacer eso de un día para el otro se te va la otra mitad.
Creo que el Papa sí ha hecho cosas buenas. Hay un par de jesuitas que quiero mucho, que se dedican a las comunidades. Yo hoy descubro que ese fue mi sueño, la razón por la que siempre quise ser cura: dedicarme yo a los otros. Creo que el papa Francisco va en esa línea.
Hay veces que me dan ganas de volver a intentar ser cura. No debería pasar, pero lo he pensado, he llegado a pensar que los años más felices de mi vida fueron esos, los de estar en seminario. Probablemente ahora tengo cosas que antes no tenía: libertad es lo que más tengo.
Mi novio me ha hecho esa pregunta. Dejé el tema ahí, porque ahora estoy en una relación y la estoy construyendo. Pero creo que a futuro, y porque conozco jesuitas que han entrado a ser jesuitas a los 40 años, podría ser viable si descubro que lo mío no es estar con alguien.
Siendo honestos, no creo que me vaya a interesar ser sacerdote.
Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-41126834