Letras de Fuego / Comentario / Por Manuel Ernesto Rivas*. La visita a la Escuela de la Familia Agrícola LL 89 Huajla, en Santiago del Estero, resultó una experiencia motivadora en el descubrimiento de talentos cultivados por sus docentes y comunidad educativa.
Salimos rumbo a nuestro destino en el interior de la provincia de Santiago del Estero. La aplicación nos avisaba, desde el celular, que tardaríamos unas tres horas y media en llegar. Ese tiempo lo aprovecharíamos para charlar como equipo y como hermanos.
Ricardo Rivas es ese socio con el que sintonizamos gracias a que ambos fuimos inquilinos en el mismo monoambiente por nueve meses, aunque en distintos años. El vientre de mi madre y nuestras lecturas nos grabaron a fuego la creatividad de las ficciones literarias.
Teníamos la misión de visitar la Escuela de la Familia Agrícola LL 89 Huajla, en donde los alumnos habían leído mi libro de cuentos “La abominación de los espejos”, publicado por el Ente de Cultura de Tucumán a través del Fondo Editorial Aconquija.
Charlamos de un montón de cosas, muchas de las cuales se pueden publicar, pero que exigirían mucho espacio, por lo que las dejamos que vuelen libres por el espacio, eludiendo las redes sociales o quedándose en nuestra memoria.
Las diversas rutas con las que empalmábamos nos iban mostrando paisajes más típicamente rurales en esa querida provincia, tan cara a nuestras raíces. Los Rivas entramos a Tucumán desde allí y nos multiplicamos.
El camino de ripio nos encendió las luces de alerta, porque los amortiguadores del auto nos anunciaban los vaivenes propios de “pianitos” y pequeños baches, que eludíamos a baja velocidad. El GPS nos abandonó. No había señal. Nos preocupamos.
Echamos mano al razonamiento. Antes de cortarse nos había señalado que solo nos separaban poco más de cuatro minutos de nuestro destino. Había que seguir y lo hicimos. Cuando vimos el cartel de desvío para la escuela, suspiramos aliviados.
Ingresamos por un arco que dio paso al camino interior y finalmente divisamos las instalaciones y los autos de los docentes estacionados. Nos vieron llegar y entendimos que estaban atentos a nuestra presencia en esas ansias de recibirnos bien.
De inmediato se acercó la docente que había propiciado nuestra presencia, la profesora Florencia Milena Fernández, junto a sus colegas Mariana Aranda, Milagros Robles y Melissa Roldán, además del rector Mario Pacheco.
El escritor Manuel Ernesto Rivas y las profesoras de Lengua.
La hospitalidad se manifestó de inmediato con un café vivificante que nos sirvieron junto a pan de campo y otras delicias, que fueron sazonadas por la conversación de Pacheco, quien nos contó la historia y el particular funcionamiento de la escuela.
Nos explicó que el establecimiento, de gestión privada, fue fundado por el sacerdote alemán Federico Fleyber y el profesor Juan Roldán, quien actualmente es el representante legal. Los alumnos se forman en una pedagogía de alternancia.
Se orientan a las áreas agropecuarias y ambientales con prácticas de talleres y producción de alimentos. Crían animales y cultivan la tierra, además de moldearse en una dinámica en la que todo está en orden, porque no cuentan con ordenanzas ni conserjes.
Cada uno tiene un rol y trabajan en equipo. Los alumnos comienzan a observarnos con curiosidad y prepararse para el inicio de la Jornada Literaria 2025, que además de nuestra charla y taller, tenía previstas otras actividades.
Los jóvenes de 3º, 4º y 5º años -tienen un sistema que se diferencia del tucumano- son los que están presentes esta semana, en tanto que los más chicos, de 1º y 2º, -que son los más numerosos- estarán la semana próxima. Tienen tareas en sus casas.
El escritor Manuel Rivas da la consigna de trabajo del taller literario.
Nos desplazamos con Ricardo, las autoridades y docentes al lugar de la actividad. Un gran espacio que hace las veces de comedor. Todo está listo y los alumnos nos miran con curiosidad. Instalamos el trípode para la filmación y comenzamos.
Alumnos en pleno proceso de escritura.
Rompo el hielo contándoles algunos aspectos de mi vida, comparto anécdotas y hay risas. Luego les hablo de mi experiencia en el ámbito literario, la escritura salvadora en los tiempos de pandemia y la publicación de mis libros.
Después paso a la temática del taller que realizaremos en conjunto, la escritura a partir de noticias curiosas. Les cuento del hombre que se creía Superman y que intentó parar un autobús; también del que llevó una cucaracha a la veterinaria.
Algunos escriben, otros posan, los que ya terminaron.
Se ríen cuando les digo que otra noticia curiosa partió de un hombre que se enamoró de una muñeca inflable y finalmente les acerco la noticia de un sujeto que se creía la reencarnación del dios Vishnu. Ríen, están entusiasmados.
Les leo el cuento que se me ocurrió con esa noticia, “Furia en la represa”. Lo escuchan con una atención que me sorprende y me anima ante la incertidumbre de cómo terminará esa actividad de producción literaria. Aplauden al final.
Alumnos en el Taller Literario.
Luego les doy la tarea. Tienen que escribir una historia basada en la noticia de la estatua de una mujer desnuda abandonada anónimamente en una playa. Les digo que tienen quince minutos y noto sus caras de preocupación.
De inmediato se abocan a la tarea y escriben en sus hojas en blanco. Algo saldrá. Luego, por la vía de sus profesoras, piden una extensión en el tiempo asignado. Se las concedo porque veo que están tan laboriosos como en sus tareas escolares.
Y allí comienza la magia. Vienen a mí con sus escritos. Se los reviso y les entrego un tarjetón de poesía con mi cara a los que van entregando su producción. Sorpresa y satisfacción se conjugan, porque hay talento en su escritura.
Viajar tantos kilómetros para hallar ese tesoro me parece una experiencia que me anima a seguir visitando escuelas. Los tarjetones, sin quererlo, se convierten en autógrafos, porque quieren que se los firme y dedique. Yo les había dicho “estampitas de San Manuel”.
Felices en la tarea de escribir.
Las docentes me comentan que hay chicos a los que les cuesta escribir que se han sumado con entusiasmo y excelentes resultados a la propuesta. Los caminos de la escritura los llevan por una imaginación que se expande.
Uno de los alumnos me confía que escribe poesía. Lo aliento a publicarlas. Finalmente, les dedico unas palabras. Les digo que sin duda hay potenciales escritores allí, que lean mucho, que tengan disciplina y que seguramente evolucionarán.
Me agradecen, pero yo agradezco más. Este momento mágico no tiene precio. Me animo a soñar que, de bastón y anciano, los veo presentándose en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Ojalá así sea, porque son la semilla de la literatura.
Nos sacamos una foto general, la que ilustra esta nota. Los pájaros cantan, la naturaleza también escribe su poesía en el aire. Luego bajan las banderas provincial y nacional de ese mástil que también es ámbito de la rendición de tareas del día.
Tomamos un último café y nos despedimos emocionados. Nos regalan pan del lugar, un taza con la inscripción de la actividad realizada y un pote de miel producida por las laboriosas abejas y envasada por ellos.
En el entusiasmo olvidamos el trípode, que nos acercará el querido rector en su camioneta. El regreso es entusiasmo, alegría y sueños por cumplir, los propios, los de esta comunidad educativa y los de los chicos, semillas germinando y proyectando flores y frutos.
Nota: Manuel Ernesto Rivas / Técnica: Ricardo Daniel Rivas.
*Fundador y director de Letras de Fuego. Profesor en Letras e Historia. Periodista y escritor.
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